ZAIDENWWERG,EZEQUIEL
¿Ha muerto la lírica? ¿Otra vez? Originada en la cultura clásica como un discurso retórico enfocado en proponer qué es lo que tiene valor en el espectro de lo humano, y por lo mismo, en permanente tensión con la filosofía y la política, como quienes disputaba la línea directa con la verdad, la lírica finalmente adquirió un salvoconducto con el Romanticismo y gracias a la centralidad del individuo sumó nuevas potestades: el poeta podía introducir en el mundo a su para nada sospechoso interior, y devolverlo con el sello y la forma de su conciencia, por el bien de todos. Ya hace tiempo protestada dicha atribución por lo falible de aquel interior, por el oculto fin comercial de ese sello o marca personal, se apeló en base a un truco novelesco, el hablante; y a ingeniosas estratégias de defensa: quizá las máscaras, la ficción, el pensamiento; reunidas más tarde bajo el disimulado rótulo de la escritura. Pero, ¿qué fue de la lírica? ¿En qué se transmigró? ¿A quiénes se encargó de mencionar en su testamento? Ezequiel Zaidenwerg (Buenos Aires, 1981), con el estribillo La lírica está muerta que parece reciger del aire que respiramos asedia en este libro a la lírica como un personaje que es muchos hombres y mujeres, muchos miyos y leyendas aterrizados de la Historia nuestra, latinoamericana, y la de otros, dotando a su original propuesta de un dedicado trabajo formal que contrasta con la diversa proveniencia de sus materiales.