THOREAU,H.D.
En un apunte de su Diario, reflexionando acerca de un desencuentro con su amigo del alma Emerson, Thoreau escribe: «Él pide paradojas, puntos de vista excéntricos, y yo se los doy demasiado a menudo». El gran profeta de la autorrealización, del ser y pensar por uno mismo, tenía ante sí, en su joven amigo Thoreau, su ideal hecho carne, y tan intenso era su fulgor que cegaba su vista: nadie más radicalmente original que Thoreau, nadie más irreductible, más impermeable a los condicionamientos sociales. Por ello fue pionero, el Dios pionero que se adelantó en tanto a tantos: su afirmación del yo inspirará a Nietzsche, su antiesclavismo a Lincoln, su malestar en la cultura precederá a Freud y su elogio de la pereza a Lafargue, su ecologismo se adelantará en más de un siglo a la primavera silenciosa, de su pacifismo beberán Tolstói, Gandhi y Luther King, y su libertarismo quedará como glorioso referente de todos los libertarios que en el mundo han sido. Lo salvaje, la atracción por lo natural, genuino y auténtico, y su valor como pulsión constitutiva y orientadora del ser humano, es una intuición seminal que estructura toda la obra de D.H. Thoreau. Aquí se reúnen los textos sobre su «elogio de la vida salvaje», dispersos a lo lago de los catorce tomos de su Diario, en fragmentos de su Walden y otras obras, como Los bosques de Maine, así como en su luminoso e iniciático ensayo Caminar.