FLORES SIERRA, ERNESTO
La colonización se encargó de llevarse hasta nuestra forma de contar el mundo. En la historia cultural latinoamericana, nos quitaron al padre y golpearon a nuestra madre hasta el hastío. Nacimos siameses, bifurcados, heterogéneos, incómodos, acomplejados. Nos rechazaron y disfrazaron para que solo nuestra cara blanqueada quede a la vista y hable en nombre de todos. Intentaron que olvidáramos que la otra cara, la chola, la india, la negra, la montuvia, la mona, también tenía voz. Nos rechazaron otra vez. Y solo nos quedó el canto. Porque ya sin lengua original y sin entender la impuesta, solo podíamos cantar.
El canto se hizo canción, la canción se transformó en libros. Algunos escritores se encargaron de dirigir el coro y afinarlo, de convertirlo en aullido. Ellos cantaron hasta el cansancio como monos enloquecidos, corriendo el riesgo de no ser escuchados y perderse en el tiempo. Pero Ernesto Flores Sierra escucha ese canto, pone atención a esa melodía diversa que autores como Icaza, de la Cuadra, Gallegos Lara, Palacio o Mayo, iban formando; escuchándolos incluso a través de las paredes.