NILSSON, ULF
Aunque siempre se asocian tópicos como montaña rusa de emociones, hermetismo o inestabilidad hormonal a la adolescencia, la cada vez más prematura etapa anterior puede generar otros tantos prejuicios equivocados, si bien es cierto que hay emociones universales que transforman personalidades generación tras generación. Y entre esos sentimientos el amor, sin duda, es el rey. Tal es el que siente el protagonista que trastorna su día a día convirtiéndose, como cantaba la popular bachata, casi en obsesión.
Se llama Britta y Britta es el nombre más bonito del mundo. Hoy he descubierto que la amo, comenta un lunes el niño que ejerce como narrador para iniciar la crónica de su particular éxtasis, provocado por una joven que sirve, al mismo tiempo, como inspiración para su incipiente obra poética, como detonante para hacer las mayores locuras o, incluso, como pretexto para implorar a Dios un poco de atención. Acompañamos al personaje principal en sus hondas y, por momentos, trágicas reflexiones a lo largo de una semana, con uno de sus mejores amigos mucho mejor situado para llamar la atención de la chica. ¿En qué acabará tanto dilema? ¿Es posible reprimir o paliar de algún modo tanta emoción contenida?
