FIGUEROA ABARCA, DANTE
Es este, evidentemente, un libro sobre fútbol. Un texto que recoge la historia de este deporte
desde sus orígenes, a finales del siglo XIX, hasta las últimas décadas del siglo XX. Una larga aventura que
comienza con los ingleses que llegaron a de Valparaíso, con el nacimiento de los primeros equipos
(Santiago Wanderers -el decano-, entre ellos) y luego, sus inicios en la capital; la formación de clubes de
obreros de diferentes rubros y de las colonias más importantes, y su rápida expansión. En fin, toda la
nostalgia del fútbol de los primeros años, cuando no se jugaba más que por diversión y amor a la
camiseta. Era esta la época del deporte amateur que comenzaba a explotar en los barrios populares,
mientras se despejaban y construían las primeras canchas y estadios: el Santa Laura, la cancha de
Independencia y estadio Lo Sáez que levantó la Compañía Eléctrica de Chile para los funcionarios
tranviarios.
Luego, de la mano del autor, dejamos atrás esta época romántica y entramos en la era
profesional con la formación de la Asociación de football de Santiago (se inscribieron ocho clubes, de los
cuales siete eran de la zona norte). También constatamos, con sorpresa, que en el barrio Independencia
tuvieron sus primeros estadios la Universidad Católica y el Audax italiano y que, además, ahí nacieron
clubes históricos como Iberia, Magallanes, Santiago Morning. Nos enteramos que hay clubes de barrio
como el Manuel Montt, creado en la década de los cuarenta, que siguen vigente hasta el día de hoy. Del
mismo modo, descubrimos parte de la biografía de algunos cracs del fútbol nacional Hugo Berly, el
tanque Campos u Oscar Wirth, por nombrar a algunos- que nacieron o vivieron en ese antiguo barrio de
la capital.
Sin embargo, este libro es también una historia urbana, una historia de calles, construcciones y
tranvías que hoy ya no existen, o cambiaron de nombre; es la historia de un barrio, de su comunidad y de
muchas familias ligadas a las canchas populosas, a los estadios y a los clubes en una época en que el
fútbol estaba más imbricado en el tejido social y estrechamente asociado a un sentido de lo público,
vinculación que hoy, lamentablemente, casi no existe.
Quizás, lo que mejor ilumine al lector, es este fragmento del prólogo, del periodista y escritor
Marcelo Simonetti (uno de los dos prólogos de este libro, el otro es de Edgardo Marín, dos preludios que
son un lujo para este libro), que sintetiza de la mejor manera este trabajo: La investigación que lleva a
cabo Figueroa es tan rigurosa como exhaustiva. No solo va tras el dato específico, sobre la historia que
estaba perdida en el boca a boca de los vecinos, también hace un rescate fotográfico importante que nos
ayuda a entender mejor el profundo significado social que tenía el fútbol en ese entonces y, como si no
bastara con eso, nos prodiga la fantasía de viajar en el tiempo, como si fuéramos un testigo más de esos
días.